Por Santiago H. Antognolli

Como vecino de la zona desde mi nacimiento, y como descendiente de cuatro generaciones de «Parque Patricenses»; delineé mi trayecto en la noche de los museos, como una oportunidad de recorrer lugares que uno pasa con frecuencia y que sin embargo le resultan ajenos. Muchas veces por pasar en horarios diferentes a sus horarios de apertura, muchas veces por no sentir la seguridad de saber si está permitido el acceso. Lo concreto es que lo sublime de esta actividad se relaciona con que acerca la cultura y los museos a la gente, y yo pretendía lograr que me afecte lo mismo.

Adelanto el resultado de mi travesía, para que todo aquel que lea estas líneas pueda conocer lo que le espera: La experiencia fue perfecta. Llena de sorpresas que no esperaba, corroboradora de la belleza del barrio que elijo como propio todos los días, llena de encuentros con amigos y conocidos.

Me llamó la atención en la previa, leer en blogs de Buenos Aires, la intención de varios de inclinarse por este tipo de propuestas menos concurridas; pero efectivamente contaban con las impresiones que yo suponía y , por sus testimonios posteriores, se que sus experiencias han resultado tan gratas como las mías.

El primer lugar que recorrí, fue el Museo de los Corrales Viejos. (referencia al antiguo nombre del barrio). http://www.deloscorralesviejos.com.ar/

Al respecto puedo contar una buena noticia y una mala noticia. EL lugar superó exageradamente mis expectativas, y por otra parte fue el primer lugar elegido, por lo que fue en detrimento de todo lo que siguió.

Este viejo solar del barrio, siempre llamó mi antención y nunca había podido conocerlo. Nunca imaginé la cantidad de tesoros que guardaba. Entrar era un viaje al Buenos Aires del 1900. Con un enorme gramófono sonando tango, mas una enorme colección de radios y teléfonos de todos los tiempos.

 

Y luego una suceción de salas con recuerdos y piezas maravillosas, que me las guardo para evitarles  la falta de sorpresa. Suscribo con firma a la recomendación de visitar un lugar mágico de la ciudad, que muchos años ha sido secreto.

Luego el paseo me llevó por la exposición de colectivos de todas las épocas, presentada por Amigos Del Bondi, sobre la Av. Caseros, donde los chicos pudieron ponerse al volante, tocar la bocina, regular el aire.

 

 

Y al finallizar pude disfrutar de una pintoresca exposición de pintura en el conocido museo Tomas Espora, donde fuera la casa del notable marino.

El barrio entero estaba convulsionado, y regocijaba el espíritu ver tanta gente paseando, sin miedo, sin apuro y con actitud contemplativa en un barrio tan pintoresco y tan olvidado.