Relojero, la obra de Armando Discépolo se estrenó el viernes pasado en el Teatro Regio en Av. Córdoba 6065. La misma fue adaptada y dirigida por Analía Fedra García.
El precio de las entradas es de:
Platea: $170. Pullman: $120.>
Jueves (día popular): $ 85.>
Con una duración aproximada de 100 minutos, esta obra tiene un elenco integrado por Osmar Núñez, Horacio Roca, Stella Galazzi, Federico Salles, Martín Urbaneja y Laura Grandinetti.
Además, contó cuenta con la asistencia artística de Cintia Miraglia, la escenografía de Rodrigo González Garillo, el vestuario de Paula Molina, el diseño de luces de Marco Pastorino y la música original de Gustavo García Mendy.
Quienes vayan, podrán ver en el hall del Teatro Regio una exposición en torno a la figura de Armando Discépolo y su relación con el Teatro San Martín.
Sobre Relojero
En plena década infame, la familia de Daniel, el relojero, busca cómo sobrevivir. Sus hijos tratan de encontrar su modo de ser libres y están en la disyuntiva de seguir la tradición familiar o transformarla como sea. Por otro lado, los padres se debaten entre soltar a sus hijos para que sean felices a su manera o retenerlos para que sigan el mandato familiar.
Los personajes -sacrificados, frustrados o ambiciosos- transitan diferentes estados: ilusión, resentimiento, decepción, arrepentimiento, realización, fracaso. En Relojero colisionan dos “tiempos” distintos que plantean dos interrogantes sobre la realidad, y problematizan los conceptos mismos de la ética y la moral.
Sobre Armando Discépolo
(1887-1971) Fue el iniciador de un nuevo género nacido en Buenos Aires: el grotesco criollo, una especie de ruptura con el optimismo ingenuo que exhibía el teatro argentino de las primeras décadas del siglo XX. Su obra describe episodios que cobran vigencia en este siglo XXI, como el choque generacional, la desintegración de la familia, la miseria y la frustración de la juventud.
Desde temprana edad manifestó pasión por el teatro, pero fue recién a los 18, cuando murió su padre, que decidió dedicarse por entero a la dramaturgia.
Tuvo la suerte de que Pablo Podestá, el actor más importante del momento, se entusiasmara y aceptara interpretar su primera obra teatral, Entre el hierro, que fue un verdadero éxito. A partir de ese momento, Discépolo presentó una o dos piezas por año, entre las que se destacan La torcaza, El novio de mamá, El vodevil, La espada de Damocles y El movimiento continuo. En ésta última aparece por primera vez la palabra “grotesco” en la escena nacional. Corría el año 1916 y faltaban seis para que en el país se conociera a Luigi Pirandello, lo que torna discutible la versión de que el grotesco criollo sea hijo del autor teatral siciliano.
Luego llegaron sus obras más reconocidas: Mustafá, Giácomo, Muñeca, Babilonia, El organito, Stéfano, Cremona y Relojero, escritas entre 1921 y 1934.
Todas ellas comparten las atmósferas depresivas y la exaltación de las contradicciones de sus protagonistas, quienes -tras una máscara de absurda comicidad- soportan un profundo dolor y viven aferrados a un tiempo avasallado por un progreso que los asfixia. Discépolo supo mostrar las miserias de un orden social despiadado e injusto a través de la pintura de la vida cotidiana de humildes, fracasados e inmigrantes.
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