Ayer trascendió que a sus 94 años esta confitería notable, cuyo edificio es Patrimonio Histórico, cerrará. Porque ya no da ganancias, porque no se pudo sostener, porque sus dueños recibieron una buena oferta por ella. Se supo, también, que en su fachada se colgará el cartel de una multinacional de ropa y zapatillas deportivas que promete el store -así en inglés- más grande de la ciudad.
«Es un corazón de Buenos Aires que dejará de latir», dice Luis, el mozo con más antigüedad.
Entró el 3 de mayo de 1971, hace ya 40 años que atiende a los clientes que se acercan a tomar el té, a almorzar o a la noche a jugar en el billar donde se supo concentrar la mística de la Richmond. Paraíso de fumadores, intelectuales que jugaban al ajedrez y bolas de billar. «Allá se sentaba Borges», cuenta Luis que dice que aprendió a tomar largos pedidos de memoria, «sin anotar».
El edificio dispone de una superficie cubierta de 1500 metros cuadrados. La decoración es en estilo inglés y cuenta con muebles tipo Chesterfield. La iluminación surge hoy tenue de unas arañas holandesas en bronce y opalinas.
En la decoración se destacan la boiserie de roble de Eslavonia -los paneles de madera que decoran el lugar- y detalles típicos de los bares de los años 50 con solados de porcelanato italiano.
La Richmond es una de las confiterías y restaurantes notables de Buenos Aires.
La que quedó es la única sobreviviente de tres sucursales. Desde 1970 es una sociedad anónima y en el año 2010 cambiaron los accionistas.
Según trascendió por el diario El Cronista Comercial, a partir de noviembre en el lugar estará Nike Store. Tendrá 650 metros cuadrados y a nivel nacional sólo será superado por el de Unicenter, que es el más grande del país.
Hace cuatro meses cerraron el área de juegos, en el subsuelo. Redujeron el horario de atención a cuatro horas menos por día. De los 30 empleados que había hasta hace dos meses quedan 14.
Pero no les han comunicado oficialmente el cierre. El ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, y la legisladora María José Lubertino, estarían intentando encontrar mecanismos legales que permitan la preservación de la confitería.
Lubertino recordó que el inmueble está alcanzado porla Ley porteña 2548 que declara la protección cultural de 600 edificios. Y también porque figura enla lista de los llamados «bares notables», unos 60 cafés, billares y confiterías reconocidos como Patrimonio Cultural dela Ciudad de Buenos Aires por su permanencia en el tiempo, por haber contribuido a hechos culturales e históricos relevantes y por su diseño arquitectónico.